Cuando empecé a escribir este mail de los viernes me planificaba bastante bien. Tenía mi horario bien ordenado, cada actividad en su lugar.
Dedicaba las mañanas a escribir. Pasaba un buen rato escribiendo ideas, dándolas forma, leyendo y releyendo para evitar expresiones sinsentido, redundancias…
Sin embargo últimamente llega el jueves y voy con el agua al cuello para escribir la edición semanal de la newsletter. Podría ser porque tengo menos tiempo disponible (uno ha empezado a trabajar y esas cosas). Sin embargo creo que no es el motivo de mis agobios de última hora.
Hay gente con menos tiempo que le saca bastante más partido.
Algunas reflexiones de una newsletter escrita con un poco de prisa.
# El índice de hoy
De cuando opositaba.
Las diferencias que noto ahora.
La productividad.
✍️ La cita de la semana.
1. De cuando opositaba.
Hay algunas personas que me preguntan: oye, ¿y cómo te ha cundido tanto el tiempo? ¿Cómo has podido opositar y trabajar a la vez? ¿Cómo has aprovechado esas horas?
Lo miro ahora, con algo de perspectiva, y tampoco tengo esa sensación de haber sido ultra mega productivo en ese tiempo. Dediqué horas, esfuerzo…, pero se me quedaron muchas horas y muchos minutos en el camino. Imagino que como a cualquier persona que oposita.
Si que es cierto que traté de organizarme todo lo mejor que pude.
En otras publicaciones he comentado acerca del horario. De lo importante que es reconocer aquellos espacios posibles y realistas en el día. Huecos que puedan ser aprovechables para estudiar. Puede que tengas un rato después de comer pero, si sabes que estarás cansado y la tarea que planifiques no te va a cundir, igual no merece mucho la pena plantearla en ese momento.
Otro punto importante para mí, aparte del horario, era trabajar en bloques de tiempo. En vez de dedicar períodos muy largos a estudiar, me vino bien ser más exigente con el cronómetro y dedicar 30 minutos con una intensidad alta o media-alta, descansar 5-10 minutos y continuar con otro bloque de 30 minutos. Así sucesivamente. Si además veía que había alcanzado ese estado de flujo, seguía hasta que notaba que la concentración bajaba. No iba a cortar la sesión si me estaba cundiendo.
Con estas dos claves me organizaba el día.
Había sesiones en las que aprovechaba más el tiempo y otros que menos. Las que menos también fueron muchas, he de decir.
A veces imagino que habría pasado si hubiese aprovechado todo el tiempo que pasé viendo YouTube durante la oposición. La cifra sería mareante probablemente. Cuando digo esto también hay gente que me dice que igual sin ese desahogo no me hubiesen cundido tanto otros ratos.
Who knows…
2. Las diferencias que noto ahora.
Claro, tras un período tan intenso, de repente llega una época más calmada.
El tiempo ahora es más abundante. Ya no escasea. Viéndolo con ojos de economista, el tiempo parece que ha perdido un poco de valor para mí. Si no, ¿por qué estaría sufriendo escribiendo la newsletter todos los días a última hora?
Bromas aparte, si que reflexionaba esta semana que el tiempo también puede verse como un bien. Al día tenemos unos minutos disponibles. Y esos minutos podemos verlos como muy valiosos o no apreciarlos tanto.
Por poner un ejemplo de esta cuestión del valor de las cosas, estábamos viendo Casablanca el otro día. La última vez que había visto la película era muy pequeño y apenas la recordaba. Me pareció impresionante. Entendí por qué era un clásico del cine. Las escenas creo que perdurarán mucho en mi memoria. De hecho hubo una escena que me encantó.
Por poner un poco en contexto, Casablanca era la puerta de salida de muchos europeos hacia Estados Unidos huyendo de la segunda guerra mundial. La ciudad marroquí conectaba con Lisboa, puerta de salida hacia el continente americano.
En la ciudad confluían muchas personas. Sobre todo adineradas. Su principal objetivo era conseguir un pase en el siguiente vuelo disponible a Lisboa. Para ello, muchos europeos empeñaban sus joyas. En la escena de la que hablo, una mujer tiene un collar de diamantes que empeñar. Sin embargo, comenta decepcionada lo poco que le dan. El dueño de la casa de empeños le contesta que esos collares de diamantes están por todas partes. Al haber tantos, ya no valían tanto.
No sé si me explicu.
Pienso que con el tiempo es un poco parecido. Cuando parece (porque uno nunca sabe cuando esta fiesta de la vida se acaba) que nos sobra el tiempo, que es abundante, lo valoramos menos. Yo me aburro más, vaya. Sin embargo, cuanto menos tiempo tenemos, más tratamos de exprimirlo al máximo. De sacarle todo su jugo. Nos las apañamos para innovar y luchar contra esa escasez. Es un fenómeno bastante curioso en mi opinión.
3. La productividad.
Ante la escasez del tiempo, ¿qué podemos hacer para que ese tiempo nos cunda más? Una de las opciones es ser más productivos. Obtener más rendimiento por hora trabajada.
En relación con la productividad, tengo la sensación de que hay mucho gurú sobre este tema. Muchos jóvenes entrepeneurs con todo el armario lleno de camisetas blancas y vaqueros para ahorrarse una decisión al día que tomar.
Creo que aprovechar nuestro tiempo es clave, pero no que se convierta en una obsesión. Tengo esa sensación de que, por tener todo cuadrado, hay veces que puedo perderme un poco la gracia de la vida. Los contratiempos, los descuadres, los imprevistos… Son variables que no podemos controlar y que están ahí esperando a encontrar su momento para aparecer en escena.
Con respecto a la productividad, a principios de año leí un libro llamado Céntrate de Carl Newport. En alguna edición anterior he puesto alguna cita.
Cal Newport aboga en céntrate por muchas cosas pero, principalmente, por lo que llama él “trabajo en profundidad”. Es decir, lograr tiempos de concentración libres de distracciones e interrupciones. Son en esos períodos en los que los seres humanos somos capaces de concebir las mejores ideas, las mejores soluciones, las mejores intuiciones. En contraposición, el “trabajo superficial” nos apea de ese estado de flujo interrumpiendo con constantes distracciones (redes sociales, consumo de contenido, correos electrónicos, llamadas innecesarias…) nuestro estado de mayor concentración.
En Céntrate la verdad que encontré una de las visiones más sanas de la gestión del tiempo. Una gestión del tiempo que implica definir claramente aquellos ratos que uno puede concentrarse y respetarlos al máximo. Evitar evasiones innecesarias, pues todo lo urgente puede, en general, esperar a que estemos disponibles y no estar siempre disponibles para lo supuestamente urgente.
Además, otro apunte sobre el que incide mucho el autor es que, se encuentra más realización en una vida en torno a estos ratos libres de distracciones (ya sea trabajando, estudiando, leyendo, escribiendo, con la familia, con los amigos…). Creo que lo resume bastante bien en esta cita:
Según mi experiencia, este análisis da en el clavo. Si le das a tu mente algo significativo para hacer durante todas sus horas de vigilia, te sentirás más satisfecho al terminar el día y comenzarás el siguiente con una mayor sensación de relajación.
Es un buen método para probar yo creo.
De hecho, esta semana esta publicación es un poco terapia, para intentar encontrar huecos para escribir antes del jueves y dejarme la newsletter escrita con un poco más de antelación.
✍️ La cita de la semana.
Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele.
Memorias del subsuelo, Fiodor M. Dosoievski
Hoy me las tiro un poco de intelectual, pero solo en apariencia. Memorias del subsuelo se trata de un librito corto que no entendí durante muchos momentos. En él, el clásico ruso escribe su relato más filosófico, en el que expone su pensamiento y sus contradicciones.
Quería poner sobre todo la cita porque, del protagonista de la historia, apenas se sabe nada. Lo único que se conoce es que es funcionario. De hecho, ese es su único nombre, el funcionario.
Dostoievski aporta una visión crítica sobre el llamado espíritu del funcionario: un rechazo total no ya a los burócratas, sino al apego de muchos de estos a las categorías, a los rangos, a los niveles y a las diferencias. Una crítica, sobre todo, a las numerosas reformas ilustradas traídas por el zar Pedro I a Rusia en un afán “civilizador”.
También, si crees que podrías sacar más de tu estudio y no sabes como, estoy aquí para ayudarte. No me saqué la oposición estudiando dos horas al día pero si que me cundió el tiempo. Por si necesitas mentoría o llámalo como quieras. A fin de cuentas, por si necesitas que alguien te ayude seguro que por Internet hay mucha gente que te puede echar una mano. Yo en mi caso estoy aquí.
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