Saludos a las 8:31 del viernes desde Roma. Intentando jugar un set con el papa Leon XIV. A ver si hay suerte…
En esta newsletter se ha intentado transmitir algún que otro concepto que espero haya calado entre los lectores. Uno de ellos fue la curva del olvido, descrita por Ebbinghaus y posteriormente parametrizada y replicada en muchos programas de software, la cual tiene por objetivo favorecer la retención en el largo plazo de la información.
La curva del olvido está íntimamente ligada a la dicotomía memoria a corto plazo / memoria a largo plazo. Ya a finales del siglo XIX a William James, uno de los padres de la psicología americana, se le atribuye esta distinción de horizontes temporales memorísticos.
Posteriormente, en los años 50, los académicos comienzan a ahondar en ese concepto de memoria a corto plazo, surgiendo paralelamente el concepto de “memoria de trabajo”. Existe un debate acerca de si memoria de trabajo y memoria a corto plazo son conceptos equivalentes o refieren a cosas distintas. Para esta publicación consideraremos que la memoria a corto plazo se refiere al almacenamiento temporal de información, mientras que la memoria de trabajo también incluye el procesamiento y manipulación de esa información almacenada en la parte más volátil de la memoria.
Vamos entonces con un repaso de ese concepto de memoria de trabajo, sus orígenes e influencia.
I. George Miller.
II. El mágico número 7.
III. ¿Qué 7 cosas caben en mi memoria de trabajo?
IV. La memoria de trabajo llevada a la realidad.
✍️ Cita de la semana.
I. George Miller.
George Miller fue un psicólogo americano, considerado uno de los padres de la psicología y ciencia cognitiva. En un entorno en el que el conductismo era la corriente imperante en el ámbito académico, Miller dedicó sus esfuerzos a la parametrización y análisis de los procesos mentales, centrándose especialmente en el lenguaje.
Su primer gran trabajo fue publicado en el año 1951, bajo el título Language and communication, como resultado de sus investigaciones sobre el habla, la audición, el lenguaje y la comunicación.
Me ha parecido curioso el año sabático que se tomó en el año 1950, desplazándose a la universidad de Princeton para cultivar sus intereses en matemáticas. Allí Miller entabló amistad con Robert Oppenheimer, con quien jugaba al squash.
Durante su carrera, George Miller se convirtió en profesor de la Universidad de Harvard, profesor en la Universidad Rockefeller y profesor en Princeton, engordando así un currículum envidiable. Finalmente, Miller murió en el año 2012.
II. El mágico número 7.
Corría el año 1956 cuando Miller se detuvo de nuevo ante esa definición de “memoria a corto plazo”. Sobre el papel, no existía una caracterización que permitiese definir claramente a qué se refería la academia con este término. La memoria de corto plazo parecía limitada pero, ¿cuáles eran esos límites?
La respuesta a esta pregunta fue 7 más menos 2. ¿Qué quiere decir esto? George Miller realizó una presentación en el año 1955 llamada "The magical number seven, plus or minus two", que sería publicada como artículo posteriormente. En esta presentación/artículo Miller llevó a cabo una serie de experimentos en un grupo de personas en las que se les solicitaba repetir un número de dígitos, identificar objetos, recordar una serie de palabras… Como resultado, Miller observó que los sujetos recordaban en promedio 7 dígitos, 7 palabras o 7 objetos, en función del experimento, con intervalo de confianza de 2 elementos. Fue así como se acuñó el número 7 como límite de nuestra memoria de trabajo. Por encima de esa capacidad, la carga cognitiva es superior a la carga que puede asimilar nuestra memoria de trabajo y saturamos.
A pesar de esta sencilla y efectiva definición, Miller no estaba muy contento con ese número 7:
“Mi problema es que he sido perseguido por un número entero. Durante siete años, este número me ha seguido, se ha infiltrado en mis datos más privados y me ha asaltado desde las páginas de nuestros diarios más públicos. Este número asume diversas apariencias, a veces un poco más grande y a veces un poco más pequeño de lo habitual, pero nunca cambia tanto como para ser irreconocible.”
George Miller
III. ¿Qué 7 cosas caben en mi memoria de trabajo?
Otro problema con el que se encontraron a la hora de definir la memoria de trabajo tuvo que ver con el carácter de la información que en ella podía ser almacenada. Miller desarrolló así el término en inglés “chunk” refiriéndose a “trozo” de información. Estos trozos podían ser letras o números. También un “chunk” puede ser una palabra familiar. Incluso un “chunk” puede ser un pedazo de información de mayor grado, que exprese una idea o un concepto, requiriendo más palabras para su descripción.
Con esta última definición, se ve claramente que la asociación de elementos puede reducir el espacio en la memoria de trabajo, facilitando que más información pueda ser almacenada en ella.
La memoria de trabajo revivió en los años 70, comenzando el debate acerca de su distinción con respecto a la memoria a corto plazo. Ésta empezaba a considerarse como un sistema dedicado al almacenamiento y procesamiento de la información en tiempo real, con capacidad limitada y una gran vulnerabilidad frente a interrupciones.
Este último aspecto implica la relación de la memoria de trabajo también con la atención. Esto significa que tareas sencillas pueden resultar agotadoras si el estudiante se encuentra en una situación estresante, rodeado de distracciones o saturado de información. Prestar atención a estos aspectos es crucial para mantener una memoria de trabajo en buen estado y a pleno rendimiento.
IV. La memoria de trabajo llevada a la realidad.
Ahora es el momento de indagar el papel que la memoria de trabajo juega en una sesión de estudio real. Para ello, cuento mi experiencia por aquí:
Para un ingeniero estudiar derecho por primera vez puede ser bastante aparatoso. Pero no hay de qué agobiarse. Igual de aparatoso sería para un abogado tener que estudiar cosas de ingeniería.
Para mí, era habitual leer los temas de derecho administrativo de la oposición por primera vez y, al terminar, no haber comprendido más del 20%. Es una sensación ciertamente frustrante: estás intentando abordar una materia de la que eres el más absoluto desconocedor. Sería lo mismo que intentar abrir una ruta en la montaña sin tener conocimientos de alpinismo. Supone adentrarse en una esfera de conocimiento nueva sin referencia alguna.
Si has experimentado alguna vez esa sensación, no hay de qué preocuparse. Con el tiempo me he dado cuenta de que lo que yo estaba sintiendo no eran más que mis límites mentales. ¿Recuerdas eso de las 7 ideas de la memoria de trabajo? Son esas 7 ideas las que han ocupado el espacio en memoria disponible y que necesitan ser codificadas y transferidas a la memoria a largo plazo para poder ir construyendo este nuevo castillo de conocimiento.
Por tanto, mejor que frustrarse es tratar de fijar esas 7 ideas, por simples que sean, en nuestra cabeza. Esos 7 (más menos 2) pedazos o “chunks” de información, por muy simples que te parezcan, son muy importantes.
El secuestro de esas 7 ideas (más menos 2) por parte de la memoria de trabajo se da durante una ventana de tiempo muy limitada. Si no somos capaces de juzgar y sentenciar esos pedazos de información y mandarlos al encierro de nuestra memoria, quedarán libres de nuevo y tendremos que repetir el proceso una vez más, habiendo perdido un tiempo precioso.
Esto también supone un ejercicio de humildad: a todos nos gustaría captar la doctrina de los más reputados doctores en derecho con tan solo una lectura rápida. Pero no nos damos cuenta que esa doctrina es el resultado de mucho conocimiento asimilado. Es importante ir poco a poco, reteniendo aquello que vayamos captando con cada lectura para poder componer con el tiempo la información y generar un aprendizaje y un conocimiento valioso para el estudiante.
No te agobies si captas muy poco de algo en tu primera interacción con ello. Quédate con ese poco y construye a partir de él. Tu memoria de trabajo te lo agradecerá.
✍️ Cita de la semana.
«Formación llamamos al proceso de sacar al hombre de su encierro en sí mismo, típicamente animal; a la objetivación y diferenciación de sus intereses, y, con ello, al aumento de su capacidad de dolor y de gozo. Hoy se escucha con frecuencia que la educación tiene como tarea el que los jóvenes aprendan a defender sus intereses. Pero hay una tarea más fundamental: la de enseñar a los hombres a tener intereses , a interesarse por algo; […]»
Ética: Cuestiones Fundamentales, Robert Spaemann.
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